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Operación Oriente
Escalada en el Campillas blanco de la Sierra Nevada del Cocuy
Texto y fotos atnención Iván Macías
 
             
       

"No es más quién más alto llega, sino aquel que influido por la belleza que le envuelve, más intensamente siente."
Maurice Herzog

   
             
   

En un instante eterno el primer rayo de sol se divisa al oriente. El sueño invade y gana! La luz sigue llegando y al frente los rojos solares pegan directo sobre nuestra pared vecina del Pan de Azúcar en la cual se dibuja su cumbre glaciar. Que vista!

   
         
   

Bajaba de hacer un intento en solitario del San Pablín Norte, cuando al llegar a Kanwara me encontré con mis antiguos compañeros de cuerda, con quienes había escalado hacía unos años el Púlpito del Diablo y algunas variantes del Pan de Azúcar: El colombiano Andrés Hilarión (Hilary) y el alemán Rene Liebert.
Ellos pretendían escalar la pared del Rita´Uwa Negro, pero no obtuvieron los permisos en Parques Nacionales, así que decidieron emprender la “Operación Oriente”, evitando los pasos principales para llegar al Avellanal haciendo rapeles desde algún collado del Rita´Uwa Blanco para llegar a la base del “Negro”.
Porteamos todo hasta el borde del glaciar del “Blanco”, pero en su intento decidieron desistir de lo que sería una proeza bastante peligrosa, terrorificamente los descensos iban por una línea de morrenas descompuestas y arriesgadas.
Fue así que llegaron a mi habitación en el Cocuy para llevarme a escalar… ¿Y a donde?

   
 
Acercamiento a la pared del Campanillas Blanco
     
   

Ellos querían la pared del Pan de Azúcar, pero les repliqué que esa era una pared sólo para los grandes. Les hablé de una pared que desde las cumbres de los cerros de la plaza nos decía: “Allá a lo lejos un resplandor inmenso nos convida”… “El campanilla grande” como lo llamaba Erwin Kraus, o el Campanillas Blanco como lo llamamos ahora, lastimosamente de blanco le queda muy poco, pues su glaciar se encuentra casi extinto.
Días antes fuimos con los Correa al Pico del Diamante a divisar la finca “El mortiñal” de don Pastor cuando de repente el Campanillas no hacía más que invitarme a encontrarme con él, a escalarlo. La pared virgen que está justo al lado de la pared del Pan de Azúcar me seducía a internarme entre sus fisuras y verticalidades y a medida que iba avanzando y volvía a mirarla, coqueta ella seguía cautivándome con su perfume atrayente enviado por los gélidos aires del Cocuy.

   
       
       
     
      Avanzada
     
             
   

Entonces luego de convencer a los compañeros de abrir una vía en una pared virgen alistamos el macuto con todos los fierros y nos fuimos a escalar la Operación Oriente.
Los porteadores nos dejaron en el paso del Cusirí… no podían llevarnos más porque no estaban autorizados por Parques… de ahí hasta Patio Bolos porteamos por nuestros medios todo el equipo e hicimos campamento al lado de una lagunilla con la forma del mapa de mi bella Colombia Oculta.

   
         
       
    Campamento en Patio Bolos    
         
   

Al amanecer se veía imponente la pared del Pan de Azúcar. Gigante, bella e indómita. Nos acercamos con el equipo hasta la base de la pared sorteando varios pasos morrenosos e hicimos una lectura de lo que sería nuestra vía de escalada. Dijimos: “… Esa paredcita tiene como 200 metros. Hoy montamos el primer largo y mañana en menos de lo que canta un gallo estamos en su cima…”
Así fue. Iniciamos nuestra apertura montando el primer largo. Un inicio de escalada tranquila pero como todo primer ascenso con muchas caídas de rocas. Dejamos los seguros puestos, bajamos cuerdas y nos fuimos para el campo base.
Al otro día, aún con la fría y oscura madrugada, alistamos comida y agua para una jornada. Cada uno cargó su merienda y chaquetas de plumas para ponernos en las reuniones.
Al llegar a la pared el Alemán inició el segundo largo cuando de repente comenzaron a caer pequeñas rocas que venían embaladas con sonidos de proyectiles. ¡Que susto!

   
             
    Empezando la escalada    
             
   

Nos turnamos los largos. Uno a uno íbamos avanzando y la pared ahora seguía viéndose gigante. De repente en un largo que me tocó las fisuras se empezaron a desaparecer y me obligó a superarla con artificial.  En un instante mientras me paraba en la escalerilla para poner un mini friend, se estalló el mini stopper que me sostenía y el vacío acarició mi cuerpo, salí a volar dos metros. Poco para un vuelo, pero mucho susto para una gran pared en el que el puesto de salud más cercano está a 4 días. Ya era tarde y del susto no quise puntear más! Sólo me dediqué a yumarear y a barrer lo que Andrés y el alemán progresaban. La línea de escalada que habíamos planeado tocó desviarla y hacer un traverso de 60 metros hasta encontrar un sitio amigable con fisuras francas. Los desprendimientos de roca se hicieron muy familiares, muchas de ellas cayeron sobre nuestros afortunados cascos.
Llegamos a una repisa y el ocaso había llegado a su fin. Sentíamos como si no avanzáramos nada de la pared. Nuestra comida y agua de un día comenzaban a escasear y la preocupación se reflejaba en nuestros rostros. Sin embargo nuestra fuerza seguía firme para continuar con la única alternativa: escalar!
Decidimos seguir subiendo de noche para no enfriarnos, pues para pasar la noche no resultaba tan bueno con tan solo una chaqueta de plumas cada uno, entre otras cosas no hallábamos ninguna repisa amigable. René demostró su fortaleza alemana y no sabemos cómo logró sacar esos pasos de escalada nocturna.

       
           
           
     
      Primeros pasos
           
     
      Segundo Largo
           
             
    Vivac    
             
   

De repente “Hilary” se topó con un bulder en la mitad de la gran pared y a oscuras… afortunadamente con linternas todos,  luego de una lectura detallada y minuciosa del paso a paso liberó el tramo más difícil de la ruta. Con una acotación de 5-10+
A las 3 de la madrugada llegamos a una repisa y casi muertos del cansancio improvisamos un vivac con aislantes de cuerda.
El alba no llegaba. Las estrellas pasaban y el silencio impregnaba el espíruto mientras el frío de la Sierra hacía de las suyas. Una noche larga. Una noche larga. ¿Qué hacemos aquí? Un cansancio y un sueño que no llega. De repente en la oscuridad la mente llega a un trance que se confunde con las estrellas. En un instante el cuerpo se desvanece e intenta irse hacía la inclinación obligada del Vivac, pero la mente alerta quita el sueño y reacomoda el cuerpo para que pueda seguir en su trance.
En un instante eterno el primer rayo de sol se divisa al oriente. El sueño invade y gana! La luz sigue llegando y al frente los rojos solares pegan directo sobre nuestra pared vecina del Pan de Azúcar en la cual se dibuja su cumbre glaciar. Que vista!
Con los primeros rayos de luz nos levantamos y nos echamos la miadita de rigor. Nuestros cuerpos están fríos y torpes y René continúa con el siguiente tramo.  Afortunadamente con buen humor todos.

   
             
    Amanecer    
             
   

Luego de tres largos de eternas y frías fisuras logramos llegar a la arista cimera. Andrés tiene gastritis propiciada por el hambre y eructa como un mono aullador cada dos minutos. Está pálido y verde. Y nosotros nos encontramos exhaustos. Él decide quedarse en el hombro cimero y recoger el último largo al alemán y la cumbre nos saluda por la arista que nos conduce a ella. Yo decido continuar en solitario sorteando bloques gigantescos con témpanos de hielo y charcos congelados de los que aprovecho para hidratarme. Como diría el clásico escalador Alessandreo Gogna: “El camino hacia la cima es, como el viaje hacia uno mismo, una ruta en solitario”. Hasta que por fin el eterno momento esperado. La cumbre del Campanillas Grande. Cumbre por una pared virgen en una ¡escalada clásica alpina!

 
      Ultimo Largo    
           
         
      Iván Macías en la cumbre del Campanillas Blanco    
             
 
    Antecima   Descenso    
             
   

En solitario la victoria es indescriptible y afortunadamente existe el celular que en las cimas sí tiene señal para poder llamar a los seres queridos y transmitirles la felicidad que invade al andinista en estos instantes. 
Y como “la cima es la mitad del camino” comienzo el descenso a donde mis compañeros que al encontrarlos ya tenían montado el primer descuelgue por la cara sur oriental de la pared.
Fueron cinco rapeles. Y justo cuando llegamos a la morrena las cuerdas se atascaron. Que mala noticia cuando aún falta otro rapel y cuando no quedan fuerzas para halar o para jumariar y rescatarlas. Nuestra desesperación e impotencia nos invadió. Movimos las cuerdas de un lado a otro. Los tres no le colgábamos esperando la fortuna de que cedieran, pero eso no sucedió nunca.
Increiblemente en el estado de Hilarión él comenzó a descender rápidamente por la morrena saltando de piedra en piedra hasta llegar al verdadero suelo. Ahora sólo faltábamos el alemán y yo, quienes pariendo e increíblemente después de ver la luz logramos alcanzarlo.
Se acercó la noche y la montaña celosa porque los pasos de los humanos habían estado por esos rincones íntimos. Ella nos mostró su disgusto con su niebla y nosotros no sabíamos cómo salir de ella. Bajábamos por morrena y páramo muy despacio improvisando y poniendo a máxima prueba nuestro sentido de orientación. La niebla seguía. Y más espesa aún. Nuestras gargantas estaban cecas.
De repente se logró despejar un poco y la montaña nos mostró un pequeño collado por el que se veía que podíamos seguir. Nos dirigimos hacia allá y en efecto ese camino que nos mostró era el que necesitábamos, por fín logramos llegar al gran camino que lleva a Patio Bolos donde está nuestro campamento. De verdad que la montaña se compadeció de nosotros y quiso llevarnos por el camino correcto.
A las 7 de la noche llegamos a nuestra carpa y sedientos, nuestras rodillas se estrellaron contra el piso al ver que luego de tan larga espera nuestras gargantas serían humedecidas con el amigable y preciado líquido vital de la montaña. La Operación Oriente fue todo un éxito!

   
 
    Operación Oriente