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AMA DABLAM "Expedición Invernal 2007"
               
 
 
               
   

Después de una semana de acercamiento al Ama Dablam, en la que aprovechamos para aclimatar en el trekking del Everest, arribamos a Mimgbo, nombre sherpa del campo base del Ama Dablam. Desde aquí se contempla toda la cara oeste de esta imponente montaña que frecuentemente es devastada por aludes y desprendimientos de hielo provenientes del glaciar Dablam desde el tercio superior de la pared.

Aquí, el ambiente de alta montaña se cuela por los poros; vivir entre sherpas, yaks, bidones y expedicionarios me emociona permanentemente. Y aunque emprender cualquier actividad a esta altura no es muy fácil, el sólo hecho de levantar la cabeza y ver cientos de montañas y cumbres nuevas para mi me motiva a esforzarme. ¡qué feliz me siento cuando se respira la vertiginosa altura!

Hacia el C I salimos el 17 a las 8 a.m. en punto, ni un minuto antes ni un minuto después, tal y como lo indicó el monje Lama que ofició la puja de bendición del material de montaña y que oró a los dioses del Ama Dablam por el bienestar del grupo y el buen clima. Cumplimos todas las indicaciones del monje budista.

   
   


Quizás por ello el tiempo los primeros días fue muy bueno, cielo despejado y solo un poco de viento. El grupo de escalada no podía ser mejor. Guillermo Mateo desistió de escalar la vía Lowe porque el fino hilo de hielo no se había formado, por tanto se unió a nosotros.

El camino hacia el C I asciende en principio por una fuerte cuesta que flanquea las morrenas laterales, luego transcurre entre piedras y bloques sueltos y finalmente se escala en adherencia por placas un poco inclinadas.

         
 
 
   


Al otro día salimos de las carpas cuando el sol empezaba a calentarnos tenuemente. Desde aquí la escalada se adivina en travesía de la arista que forma el brazo izquierdo de la montaña y siempre nos movemos burlando el vacío bajo nuestras botas. El cansancio y la altura se hacen notar desde hace un buen rato, pues los macutos pesan endiabladamente y ya estamos cerca de los 6000 metros. Aún así la escalada es fluida y placentera y todo es felicidad hasta que llegamos a la Torre Amarilla, máxima dificultad en roca de la vía, 5.10a, grado que es muy complicado cuando se hace con botas rígidas, guantes gruesos, mochila de 15 kilos y a 6000 metros; por ello me veo forzado a descansar frecuentemente sobre las cuerdas fijas e incluso a jumarear.

Finalizando la Torre Amarilla está el C II, y desagradable sorpresa tenemos cuando vemos que las únicas plazas aptas están ocupadas por las carpas de los coreanos, afortunadamente ellos no están allí y ocupamos sus carpas puestas por los sherpas en precarias repisas construidas con piedras inestables. Aquí tomamos decisiones; haremos un asalto a cumbre desde allí en plan ultraligero y rápido con el fin de no seguir afrontando dificultades con el morral pesado y no perder la oportunidad de la cumbre en estilo alpino.

Así entonces el 19 iniciamos la escalada un grupo de 4 personas. Si queríamos hacer la cumbre en estilo alpino, es decir, de un tirón sin volver a campo base, teníamos que escalar en ensamble y utilizando algunas de las cuerdas fijas que estaban instaladas. Pero siempre resultaba mas peligroso fiarse de ellas que escalar. En una ocasión puse el jumar en una cuerda fija para que me sostuviera si me caía, yo escalaba tramos muy complicados pero nunca llegue a utilizar la cuerda para colgarme, cuando llegue a la reunión me di cuenta que uno de los clavos se había salido y el otro lo podía mover con una mano, lo que significa que si en algún momento me cogía de la cuerda fija hubiera caído 700 metros de pared.

   
               
   
   
   
   
   
               
               
   

Y fue en la Torre Gris donde pase los mayores peligros, una lluvia inacabable de piedras me golpeaba una tras otra durante la escalada de la torre gris, me sentía en una campo de guerra donde me movía 10 o 15 metros en la vertical y me refugiaba bajo los salientes o techos de la pared.  Luego me tocó escalar por placas verticales de un hielo verglass muy duro donde casi no entraba el piolet y los crampones a duras penas arañaban el vítreo hielo.  Cuando por fin llegué al domo de la arista de los champiñones llegó lo que faltaba, Carlos y yo aguantamos una fuerte avalancha que devastó toda la pared oeste y casi nos arrastra con ella, afortunadamente nos cogió bien parados y pudimos resistir el embate. Entonces vi la hora, las 3:00 p.m.ya se había pasado el límite para regresar, fue allí cuando decidimos bajar. Pese a todo esto Guillermo continuó con la escalada, cosa que me puso a pensar un rato pues yo estaba bien físicamente y quería alcanzar la cima, pero afortunadamente pudieron más los sentimientos de responsabilidad y cobardía, entonces desistí. 

Bajamos entonces al campo 2 y esa noche nos llamaron desde campo base a preguntarnos por el integrante que hacia falta, pues habían visto caer a uno de nosotros después de alcanzar la cima. Una impresionante caída de necesidad mortal, 1800 metros de pared. Entonces comprendimos que Guillermo Mateo, a quien imaginábamos aguantando un frío vivac en la pared, similar a los tantos que pasó en el Eiger y la Walker y otras montañas de gran envergadura, había muerto. Quien unas pocas horas antes compartía su cuerda con nosotros, no volvería a clavar sus piolets ni a mirar a lo alto, como estamos acostumbrados los alpinistas en nuestros horizontes verticales.

A pesar de la cumbre la expedición no tuvo éxito. Fue muy duro el precio que nos tocó pagar. Ahora no esta él para contárnoslo, Guillermo, el escalador que en tres días subió a la cumbre del Ama Dablam, cuando otras expediciones llevaban intentándolo un mes.  Todos sentimos la muerte de tan excepcional compañero. 

Así finaliza todo.  Muy tristes por el final de la expedición pero contentos por  la oportunidad que nos da la vida para seguir disfrutando de las montañas.
   
   


Y es por ello que tres semanas después, Pako Sánchez y yo abrimos un bonito corredor a la punta Literola del Remuñé, en el Pirineo Aragonés. Una canalilla de hielo y mixto a la que bautizamos Corredor MATEO, en memoria de nuestro compañero que hoy descansa en el “regazo de la madre”, como le conocen los sherpas al Ama Dablam. Donde “no hace frío, no hace viento y no es demasiado tarde”, últimas palabras de Guillermo antes de emprender el camino en solitario a la cumbre.


Textos: Jónathann Pardo.
Fotografía: atn. Jónathann Pardo.